Traer comida a un desierto alimenticio es más difícil de lo que parece
Read in EnglishPor Kristin Jones
Bárbara Gallegos, madre, abuela y la recepcionista de The Colorado Trust, vive con su nieta de siete años, Danni Rae, en el vecindario de Westwood en Denver. Le gusta que la vivienda es asequible, aun cuando el costo de los alquileres en el resto de la ciudad ha aumentado muchísimo. Y aprecia que es un lugar seguro para que Danni Rae juegue afuera.
Una cosa que no le gusta es la situación con respecto al acceso a supermercados: No hay un lugar cercano para comprar víveres y tiene que manejar 10 minutos para llegar a King Soopers en Sheridan y Florida para comprarlos.
“Aunque solo quiera leche o sal”, dice, “tengo que subirme al automóvil e ir manejando”.
Ya que no cuenta con supermercados locales, Westwood se puede definir como un desierto alimenticio. Una organización llamada Re:Vision está tratando de cambiar esta situación con su plan de abrir la tienda Westwood Food Cooperative, una tienda cuyos dueños y operadores serían los miembros de la comunidad. Re:Vision compró y limpió una antigua bodega en Morrison Road para abrir ahí la cooperativa y está recaudando fondos en Kickstarter con la esperanza de inaugurarla el próximo año. (Re:Vision es un beneficiario de The Colorado Trust bajo el subsidio para promover la equidad en salud).
La vocera de Re:Vision, Catherine Jaffee, dice que The Trust y Colorado Health Foundation son quienes actualmente les proporcionan la mayor cantidad de fondos.)
La idea de abrir supermercados en áreas marginadas suena como algo obvio. La gente tiene que comer, ¿correcto? Gallegos señala que muchas personas en su vecindario, como los ancianos y las madres con niños pequeños, no tienen automóviles; para ellos, ir hasta el supermercado ubicado a varias millas de distancia representa un verdadero problema.
Esfuerzos anteriores para traer alimentos frescos a desiertos alimenticios en todo el país han tenido éxito desigual cambiando lo que la gente come realmente. Un estudio publicado en febrero se centró en un vecindario de Bronx en Nueva York después de que la ciudad pagara por el establecimiento de un supermercado. El estudio observó un impacto mínimo en lo relacionado con la disponibilidad y el consumo de alimentos.
Otro estudio, publicado en abril, encontró que el tipo de comida que la gente compra está más relacionado con la cantidad de dinero que tienen para gastar, al igual que con su nivel de estudios, que con el hecho de si hay un supermercado cercano.
Re:Vision dice que su plan es diferente a los de la mayoría.
“Ya hemos mencionado que solo ofrecer acceso no va a cambiar la situación”, dice Eric Kornacki, fundador y líder de Re:Vision. “Puedes abrir un supermercado en la comunidad y, como indica el estudio, nada va a cambiar”.
Lo que hace que la idea de una cooperativa de alimentos sea diferente es que se construirá para ajustarse a las necesidades de la comunidad. La comunidad será la dueña, agrega Kornacki. El estudio de viabilidad que la organización llevó a cabo encontró que el vecindario de Westwood gasta $16 millones al año en comida, la gran mayoría en supermercados corporativos baratos, pero también en tiendas de la esquina que venden productos con sobreprecio.
Kornacki menciona que los residentes del vecindario ya están interesados en la idea de tener acceso a comida orgánica cultivada localmente porque la han estado cultivando ellos mismos durante los últimos años. Re:Vision ha estado trabajando en el vecindario desde 2009, implementando una iniciativa ambiciosa de cultivo residencial en la que las familias reciben semillas, plantas y sistemas de irrigación.
Promotoras, o trabajadoras pagadas que viven en la comunidad, visitan a las familias dos veces al mes para aconsejarlas sobre cómo plantar y cuidar de sus hortalizas. Las invitan a reunirse durante sesiones de cocina y han ofrecido servicios a más de 400 familias este año, explica Kornacki.
Los estudios de investigación sobre iniciativas de cultivo comunitario, a pesar de no ser muy amplios, están dando resultados alentadores. Una evaluación en 2010 de los estudios más cualitativos encontró que las personas que cultivan a nivel comunidad dijeron ser más activos físicamente, tener mejores hábitos alimenticios y observar mejoras en su salud mental.
La doctora Jill Litt, una profesora de salud ambiental en la Universidad de Colorado en Denver, lideró en 2011 un estudio de vecindarios en Denver.
Ese estudio encontró que las personas con cultivos comunitarios comieron 46 por ciento más frutas y verduras que aquellas que no cultivaban. Además, las personas con cultivos en sus hogares comieron más frutas y verduras frescas que aquellas que no cultivaban, pero no tanto como las que participaban en cultivos comunitarios.
“Existe mucha evidencia que sugiere correlaciones fuertes” entre los cultivos comunitarios y la buena salud de la gente que los practica, dice Litt. “Sugiere mucho que realmente hay un cambio influyente que afecta cómo comen y cómo perciben la comida”.
Si no existen muchos estudios aleatorios y de control sobre el cultivo urbano, y realmente no los hay, es debido en parte a la falta de fondos. Litt dice que ha intentado sin éxito obtener fondos para un estudio clínico sobre los cultivos comunitarios. “La gente en la sala de conferencias no quiere gastar millones de dólares en un estudio a nivel comunitario”, agrega.
Pero alrededor del mundo, las razones mencionadas por las personas que quieren cultivar, y lo que sienten al respecto, parece repetirse textualmente en los estudios científicos, dice Litt.
“Lo hacen porque les encanta”, agrega. La gente habla sobre la necesidad de cultivar su propia comida, de estar en medio de la naturaleza, escuchar cantar a los pájaros. “Quizás esto suene demasiado sentimental, pero existen muchos estudios científicos que explican la importancia de este factor para cambiar el comportamiento. Tiene que poder tocarse con las manos”.
También ayuda cuando el cultivo es una actividad social, dice Litt, reuniendo a las personas en una comunidad saludable que se autoalimenta.
Esto parece estar sucediendo en Westwood.
Matilde García trabaja como una promotora en el proyecto de cultivo de Westwood. Ella es originaria de Durango, México, y creció en una comunidad granjera; su padre cultivaba maíz y calabazas. Pero eso no significa que ella sabía cómo cuidar de una hortaliza en su hogar; a ella la capacitaron.
“Me encanta mi trabajo. Es increíble”, dice García. Ella trabaja con 46 familias diferentes en su comunidad, ayudándoles a decidir qué cultivar y enseñándoles cómo hacerlo. La mayoría de las personas no sabrían cómo hacerlo sin la capacitación necesaria, y no creen mucho que se pueda cultivar algo en la tierra de Colorado hasta que lo ven con sus propios ojos, agrega García. “Esto es algo que realmente disfruto”.
Ella también se da cuenta de la manera que cambia lo que comen y el ejercicio que hacen sus vecinos después de empezar a cultivar y tomar clases en la cocina comunitaria.
“En mi hogar, por ejemplo, solíamos utilizar un galón de aceite [para cocinar]. Ahora utilizamos menos de un litro al mes”, dice García. También han empezado a congelar y enlatar frutas y verduras cultivadas en el verano para comerlas durante el invierno.
¿Y la cooperativa de alimentos?
“Es algo que estamos haciendo junto con las personas”, dice García. “Lo estamos haciendo para nosotros y con las personas”.
Gallegos está lista. Dice que no había escuchado de Re:Vision hasta que The Trust empezó a proporcionar su apoyo. Y sin un jardín trasero, no tiene suficiente espacio para cultivar en su propio hogar. Pero está tan emocionada de saber que un supermercado nuevo abrirá en el área que casi tiene miedo de esperanzarse.
“Con toda certeza haría mis compras ahí”, agrega.